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CRISIS DE LOS COHETES: UNA ETAPA IGNORADA Y OTRA DISTORSIONADA

Por: Enrique Ros


El libro Trece Días sirvió de base a los primeros, y crédulos, biógrafos del Presidente John F. Kennedy para destacar sus excelentes cualidades de liderazgo mostradas por el joven mandatario durante los dramáticos 13 días de la crisis. Trece Días. El período de tiempo al que los lisonjeros historiadores sólo han querido referirse.

La Crisis de los Cohetes presenta con claridad dos definidas etapas. La primera, siempre ignorada por los panegiristas de John F. Kennedy, que comenzó mucho antes de octubre 16. La segunda, glorificada por sus colaboradores y admiradores, que la inician el 16 de octubre.

La primera etapa se inicia cuando comienzan a llegar a la Casa Blanca evidencias de la repentina, y siempre creciente, introducción en Cuba de equipo electrónico que incluye cohetes balísticos de mediano alcance que, tan temprano como agosto 10, fue calificada por la comunidad de inteligencia de los Estados Unidos como de posible uso contra Cabo Cañaveral. El Presidente, que personalmente participó en muchas de estas reuniones, estaba perfectamente enterado de la progresiva introducción en Cuba de tales armamentos.

Por meses, el Presidente y sus voceros –ante la incontenible avalancha de información, ya de dominio público de la presencia de cohetes en Cuba, se esforzaban en restarle importancia a esos proyectiles calificándolos de “armamentos defensivos” (Cohetes SAM de superficie al aire) y no “ofensivos” (de “superficie a superficie”).

A pesar de estos informes, el presidente descontinuó los vuelos de reconocimiento sobre Cuba de los aviones U-2 que informaban del desarrollo de los armamentos que llegaban a la isla. A insistencia de John McCone, Director de la Agencia Central de Inteligencia, el presidente autorizó una misión sobre la región occidental que se realizó el 14 de octubre. Las fotos tomadas detectaron los avances en la construcción de una base de cohetes de medio alcanza. En la mañana del día 16 el Presidente fue informado. Había comenzado para Kennedy la Crisis de los Cohetes. Convoca a sus más cercanos colaboradores y comienzan a discutir los posibles cursos de acción que reducen a seis categorías que van de no hacer nada a lanzar una invasión. Éstos quedan limitados a dos: el bloqueo (o cuarentena) y el ataque sorpresivo.

El domingo 21 el Presidente había decidido que el bloqueo era la mejor opción. El pueblo norteamericano conoció de labios de su presidente la grave confrontación el lunes 22 cuando todas las cadenas de radio y televisión cubrieron a las 7 de la noche las dramáticas palabras de Kennedy informando que la Unión Soviética estaba construyendo en Cuba bases de proyectiles ofensivos por lo que había ordenado una estricta cuarentena a todo equipo militar que estuviera siendo embarcado a Cuba.

A las 10 de la mañana del miércoles 24, las líneas de bloqueo se habían trazado formando un arco de 800 millas desde el Cabo Maisí en el extremo este de la isla. Éste sería el punto de intercepción o confrontación. En horas del mediodía de ese miércoles, veinticinco barcos soviéticos se dirigían a Cuba. Los primeros buques soviéticos se van acercando a la línea de intercepción. En pocas horas, tal vez en minutos, se producirá el choque inevitable. Kennedy lucía, ante los ojos del mundo, como una “sólida roca”, mostraba “inquebrantable fortaleza y firmeza” en esta “confrontación”. Así lo ha recogido la leyenda.

Desconocían que desde la noche anterior había el Presidente enviado a su hermano Bob a ver, sigilosamente –a espaldas de los altos militares del Pentágono y de los asesores y hombres de confianza-, al embajador soviético Anatoly Dobrynin para evitar la confrontación. Comienzan las conversaciones. Se reduce a 500 millas la línea de intercepción. Tras las conversaciones de la Embajada comienza el intercambio de comunicaciones entre el Presidente Kennedy y el Primer Ministro Kruschev y, con ellas las concesiones. Todo, menos una confrontación.

El Presidente ha urdido un plan: llegar a un “acuerdo privado” para intercambiar calladamente los cohetes Júpiter que estaban en Turquía por los proyectiles en Cuba y ofrecer públicamente garantía de que Cuba no estaría sujeta a una invasión ni a hostilidades de sus enemigos en el área del Caribe. Temprano, en la mañana del domingo 28, Robert Kennedy y Dobrynin vuelven a reunirse. Dobrynin le comunica que el Premier Soviético ha aceptado retirar los cohetes de Cuba. Pocos minutos después Kruschev responde aceptando el ofrecimiento sin mencionar, cumpliendo lo que Kennedy había solicitado, la inminente retirada de los Júpiter. Saldrán los cohetes de Cuba. Terminará la cuarentena.

El pueblo norteamericano desconocería los acuerdos secretos con el Embajador y el Premier Soviético. La nación no conocerá que los Estados Unidos se había rendido.



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