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Bahía de Cochinos: El alto costo de una operación abortada.

Por Mario J. Sacasa


El 17 de abril de 1961, 1500 patriotas cubanos organizados en la Brigada 2506 y decididos a llegar hasta las últimas consecuencias, se lanzaron a rescatar a su país de las garras del comunismo.

En su origen, la operación militar se había diseñado como una guerra de guerrillas, pero al final se torno en un plan más convencional que incluía la toma y control de una parte del territorio de la Isla, la instalación de un gobierno provisional respaldado por una anticipada mayoría del pueblo cubano y el posterior reconocimiento de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Los brigadistas, entrenados por la Agencia de Inteligencia norteamericana, no dudaban del apoyo aéreo y logístico que recibirían del gran aliado del norte. Después de todo, como se ha comentado en recientes artículos sobre el valiente intento por la liberación de la mayor de las Antillas, más de un brigadista comentó ese 17 de abril… “nosotros estamos con John Wayne, y John Wayne nunca perdió pelea alguna”.

Pero no fue así, el John Wayne americano se quedo a la distancia en el portaviones USS Essex (CV-9) y en los aviones de la Fuerza Aérea norteamericana que a gran altura observaban la operación con instrucciones de no intervenir.

Sin duda, fue una decisión cruel y equivocada la del presidente Kennedy al limitar diversos aspectos de la invasión y abortar el apoyo aéreo prometido. Cruel, puesto que dejó a los patriotas cubanos desamparados ante el ataque de las fuerzas fidelistas, especialmente de la aviación y artillería. Fue equivocada porque aceleró la consolidación de Castro en Cuba con el casi inmediato resultado de la crisis de los misiles soviéticos y la posterior desestabilización de diversos países en el hemisferio occidental, Africa y hasta partes de Asia.

El presidente Eisenhower, quien convencido de la naturaleza totalitaria del nuevo régimen revolucionario había iniciado el plan de la invasión, criticó la decisión de su sucesor, Kennedy, como ejemplo de timidez e indecisión. En efecto, la gran potencia de los Estados Unidos de Norteamérica había dado un giro de 180 grados en relación a Cuba: de un extremo intervencionismo reflejado en la enmienda Platt de 1903, a una actitud de aparente tolerancia ante los líderes revolucionarios.

Es posible que el aborto de la operación obedeciera a presiones por parte de la entonces Unión Soviética, cuyo líder Nikita Khrushchev desafiaba abiertamente al nuevo presidente americano, entre otras cosas tildándolo de débil niño rico. Se ha dicho que Khrushchev amenazó con atacar a Berlín Occidental si Kennedy no paraba la invasión. Sin embargo, el motivo específico que originó la suspensión del apoyo al desembarco, no tiene relevancia alguna para los miles de cubanos que, como consecuencia, han tenido que sufrir una terrible tiranía por los últimos 52 años.

La tiranía de los hermanos Castro y demás comandantes “históricos” encontró en los Estados Unidos el enemigo perfecto para justificar, desde 1961, un clima de emergencia en la Isla debido al permanente peligro de otro intento de “invasión” por parte del “Imperio”. El fracaso de Bahía de Cochinos proporcionó al régimen cubano la imagen de una victoria de un “David” ante un “Goliat”, imagen que ha sido explotada hasta la saciedad por el régimen.

Con gran sentimiento y solidaridad hemos sido testigos de los diversos homenajes rendidos recientemente a los veteranos de Bahía de Cochinos, en Washington D.C., Miami y otras partes de los Estados Unidos. Los nicaragüenses demócratas nos identificamos con los valores y aspiraciones de nuestros hermanos cubanos por ver de una vez liberada la Patria del gran Marti. En lo personal, cuento con un motivo adicional sumamente importante…mi suegro ya fallecido, Manolo Pérez Salvador, fue uno de los veteranos sobrevivientes de la invasión, habiendo servido en el barco “Houston” hundido por la aviación de Castro. Mis respetos a todos los miembros de la Brigada 2506.

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*El editor es Presidente Cámara de Comercio Nicaragüense Americana (NACC) ex Cónsul General de Nicaragua.


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