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CUBA: LA MASACRE DEL REMOLCADOR Y EL MENSAJE A FÁTIMA


Lael Varella, diputado federal (PFL), Brasilia

Me permito recordar, con nota de repudio, un crimen de la guardia costera del régimen comunista de Cuba, cuyo lamentable aniversario se cumple el próximo 13 de julio.

En efecto --según consta en documentos de la Organización de Estados Americanos (OEA) y en diversas publicaciones fidedignas-- el 13 de julio de 1994 un grupo de familias huía de la isla-cárcel de Cuba en un pequeño remolcador, buscando la anhelada libertad. A siete millas de la costa, la embarcación fue interceptada y embestida reiteradas veces por naves castristas, en una acción claramente premeditada. Mientras el remolcador, partido en dos, comenzaba a naufragar, sus pasajeros eran arrastrados en cubierta y tirados al mar por potentes chorros de mangueras de presión. Los chorros se ensañaban con los niños, apuntados directamente a sus rostros e impidiéndoles respirar.

Cuando el remolcador se hundió, las embarcaciones castristas comenzaron a girar en círculo, creando un enorme remolino que tragaba a los náufragos. De 72 personas, 41 murieron ahogadas, entre ellas, 23 niños. Janet Hernández, una sobreviviente, narró: "A veces pienso que todo fue una pesadilla. Pero los gritos de horror de las madres que perdieron a sus hijos, las manitas de los niños hundiéndose para siempre en el fondo del mar y el llanto que compartimos es real".

Ante esa masacre, el dictador comunista Fidel Castro declaró: "Los guardafronteras no tuvieron nada que ver, llegaron allí unos minutos después que se produce el accidente"... Sin embargo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en su sesión del 16 de octubre de 1996, señaló la clara responsabilidad del Estado cubano en ese crimen, con la violación flagrante de dos derechos consagrados en la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre: el derecho a la vida y el derecho de tránsito.

Pero esta tragedia ha caído prácticamente en el olvido. Pido por esos muertos una oración y un sentimiento de compasión. Una oración para que pronto llegue la libertad del pueblo cubano; y para que tantos dirigentes occidentales dejen de "abrirse" al dictador y pasen a abrirse a los desdichados habitantes de la isla-cárcel de Cuba, tal como les pidió S.S. Juan Pablo II.

Solicitaré también en el plenario del Congreso brasileño --en seguida que éste reabra sus actividades, después del actual receso-- que se efectúe un minuto de silencio como homenaje a esas víctimas inocentes.

Pero ese minuto de silencio --si bien constituirá una genuina manifestación de homenaje, y cuán justa, del Congreso de mi país-- no parece ser suficiente. Se torna cada vez más imperiosa la necesidad de proclamar al mundo entero no sólo este horroroso crimen, que permanece impune hasta hoy, sino la propia situación actual de Cuba.

Denuncia tanto más necesaria y urgente cuanto que poco o nada ha cambiado en la sociedad cubana después de la visita de S.S. Juan Pablo II, ante la obstinación revolucionaria de Castro. Lo denunció hace poco Sebastián Arcos, hijo de un conocido disidente cubano recientemente fallecido, al recibir en Madrid un premio póstumo concedido a su progenitor: "Castro ha instrumentalizado la visita del Papa para dar una apariencia de cambio de cara a la comunidad internacional, que se ha apresurado a disminuir su presión sobre Cuba, cuando nada ha cambiado en el régimen. Todo sigue exactamente igual". Y el secretario ejecutivo de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC), P. José Félix Pérez Riera, acaba de declarar: "No se ha observado ninguna apertura ni acontecimientos significativos. Para el ciudadano promedio, todo se ha mantenido igual".

El 13 de julio los católicos del mundo entero conmemoramos también una fecha toda especial, que tiene mucha relación, desde varios puntos de vista, con la masacre del remolcador y con la actual situación del pueblo cubano. Se trata del 81o. aniversario de la tercera aparición de la Santísima Virgen en Fátima, Portugal, a tres pastorcitos. A la luz de lo anterior, es una significativa coincidencia que esa aparición haya ocurrido también en un 13 de julio, y que ese mismo día la Virgen advirtiese proféticamente que Rusia esparciría "sus errores por el mundo", promoviendo "guerras y persecuciones a la Iglesia", en las cuales "los buenos serán martirizados". Esas celestiales palabras, ¿por ventura no describen, y cuán profundamente, el via crucis del pueblo cubano, del cual la masacre del remolcador es un capítulo?

Ahora bien, la Santísima Virgen, en la misma ocasión, tuvo palabras de esperanza que igualmente, sin lugar a dudas, tienen relación con la isla: "¡Por fin, Mi Inmaculado Corazón triunfará!". Que la victoria de la civilización cristiana prevista por la Virgen --que en Cuba se venera con la invocación de la Caridad del Cobre-- llegue cuanto antes a la otrora "Perla de las Antillas".

FIN



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